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Mejorar economía y crear empleos

PAULINO CÁRDENAS

Desde días pasados quedó claro que la insistencia del jefe del Ejecutivo de que sea la reforma política la prioridad de las discusiones en el Congreso, sin haber cabildeado antes la idea con la oposición, pretendiendo imponerle agenda al Legislativo, ha motivado que las representaciones del PRI y del PRD en San Lázaro y en el Senado de la República le hayan anticipado que su iniciativa no necesariamente será prioridad en los trabajos en ambas Cámaras del Congreso de la Unión que arrancan hoy.

La situación económica, que es lo que más agobia a todos los sectores de la población del país, parece no ser de primera importancia para el jefe del Ejecutivo, quien compró la idea, sugerida por quién sabe quién, de enviar desde diciembre pasado su iniciativa de reforma política, que más parece encaminada a ser un distractor y propiciador de divisiones y desgaste entre la clase política y la élite gobernante que otra cosa, en otro año electoral como este 2010.

El presidente Felipe Calderón, como legislador que fue y aún como líder del PAN, sabe bien que en tiempos electorales, lanzar una iniciativa al Congreso como en la que está empeñado, es tratar de entretener al Legislativo en discusiones bizantinas en las que no habrá consensos ni construcción de acuerdos, empezando porque no se propició de manera previa un cabiledo, y porque además no es una reforma integral con visión de Estado, por lo que, entre otras razones, le fue rechazada.

El jefe del Ejecutivo ha pereferido dejar de lado asuntos de mayor importancia para la Nación, como buscar consensos en el Legislativo para restaurar en el corto plazo la deteriorada economía nacional que afecta a todos los sectores de la población, el cómo propiciar la creación de empleos, y la manera pronta de disminuir la pesada carga impositiva fiscal que, de dejarse como está, traerá como consecuencia que muchas empresas echen a la calle a miles de trabajadores y se agudice aún más el grave problema de desempleo que vive el país.

El afán de encender los ánimos de la oposición con una reforma política no consensuada previamente, junto con la pretensión del PAN-gobierno de aliarse con el PRD para tratar de ganarle al PRI en varias entidades en donde habrá elecciones para relevar gobernadores, es querer abrir premeditadamente otra fase de conflicto con el partido tricolor, que el año pasado conquistó de hecho todas las posiciones en los comicios de julio, y que este 2010 pretende ir con todo para acabar de borrar del mapa al blanquizaul.

Buscar el triunfo en las urnas no se trata de si un partido con otro van en alianza, sino de que quienes administran las políticas públicas en el ámbito federal, estatal o municipal, hayan cumplido o no sus promesas de campaña. Y es ahí en donde el PAN-gobierno lleva las de perder, porque muchas de sus promesas de campaña han quedado incumplidas, empezando por las federales que hizo Calderón, de crear empleos y de disminuir los impuestos.

Es cierto que hay necesidad de entrarle a la discusión en el Legislativo de reformas y adecuaciones de fondo en el ámbito no sólo político sino fiscal, laboral, social y educativo entre otros rubros de relevancia. Pero los mexicanos saben que de nada sirven las reformas si al final no se cumplen cabalmente, como fue la reciente reforma petrolera. Más que reformas, bastaría con hacer respetar los preceptos y leyes rectoras contempladas en la Constitución Política, para que México pudiera avanzar.

Para los ciudadanos que integran la sociedad mexicana, que son los que irán a las urnas a votar en julio próximo, lo que verdaderamente importa no es lo que digan o discutan los políticos, sino los resultados de una gestión de gobierno –federal, estatal y municipal– sin importar los colores partidistas. Tampoco se trata de enojos ni de insultos entre la élite gobernante y la clase política, porque el que se enoja, pierde. Y en medio de esas discrepancias, al final de cuentas quienes más acaban perdiendo, son los mexicanos.