PAULINO CÁRDENAS
Hay quienes ya equiparan a Fukushima con Chernóbyl. El peligro de una catástrofe atómica sigue creciendo. “Prácticamente todo está fuera de control” (…) “No hay que excluir lo peor en las próximas horas o días”, dijo el experto en asuntos de energía nuclear en Europa, Günter Öettinger. No sólo millones de japoneses temen las graves consecuencias de la radiación. En el mundo entero empieza a crecer también el terror de una hecatombe nuclear por las explosiones que se han registrado en la central Daiich. Después del terremoto y del tsunami lo peor en Japón podría estar por venir, por el potencial peligro de una catástrofe atómica.
Desde mediados del siglo pasado se conocieron los dramas de las secuelas por la radiactividad producto de las bombas atómicas que la irracionalidad militar estadounidense ordenó dejar caer sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945. Además de las consecuencias trágicas de aquellos dos estallidos criminales y todo el holocausto que ocasionó, lo que siguió fue aterrador. Es a lo que hoy por hoy se teme no sólo en Japón. El viento ha captado la atención de todos porque hacia donde sople se llevará el polvo radioactivo de Fukushima.
Al menos a 100 kilómetros a la redonda donde se ubica la central nuclear Daiich hay temor, ya que en ese radio puede tener peor incidencia la radiación a consecuencia de los graves daños que causó en esa planta el terremoto de 9.0 grados en la escala de Ritcher que golpeó el pasado viernes alrededor de las 3 de la tarde hora local a la zona noreste de ese archipiélago nipón, que con el movimiento de las placas tectónicas se produjo el tsunami más devastador de la historia que arrasó pueblos enteros tierra adentro de las costas del epicentro que se localizó en la provincia de Miyagi.
El movimiento telúrico afectó gravemente los reactores ubicados con una separación de 20 kilómetros de distancia de la provincia de Fukushima –cuatro en Tokai y dos en Onagawa–, en cuatro de los cuales se han registrado explosiones que ha provocado el escape de radioactividad que se lleva el fuerte viento que sopla en la zona costera y de hecho en todo el archipiélago, lo que tiene en ciernes a los japoneses y al mundo entero por lo que pudiera acontecer si siguen estallando más unidades de la central nuclear. La magnitud del desastre nuclear que pudiera suceder en aquel país es mucho mayor de lo que nunca nadie ha podido imaginar, excepto los expertos.
El terremoto de 9.0 grados ha quedado como asunto menor. Mientras las tareas de rescate se centran en buscar sobrevivientes de entre las ruinas en varias poblaciones que quedaron prácticamente borradas del mapa por el tsunami que vino después, el comisario europeo para la energía, Günter Öettinger, al referirse a la crisis nuclear que vive Japón, dijo que si en la dolida nación nipona “se habla de Apocalipsis, creo que es una palabra particularmente bien elegida”. Añadió lacónico: “Prácticamente todo está fuera de control”. Y agregó la frase lapidaria: “No hay que excluir lo peor en las próximas horas o días”.
En las zonas aledañas al epicentro del terremoto y de la costa noreste de Japón en donde se originó el monstruoso tsunami, hay escasez de todo: de agua, de comida, de pastillas de yodo para saturar las glándulas tiroideas y evitar la acumulación en el organismo del yodo radiactivo que danza en el aire. No hay combustible. Si la gente quisiera huir, como lo han hecho muchos, no podrían ir muy lejos por falta de gasolina para sus autos en las cercanías de Fukushima, donde miles de personas están varadas sin poderse mover por carretera.
Los reportes de los coresponsales y enviados especiales señalan quen están agotados ya los depósitos de los vehículos. Si se produjera una explosión nuclear, -cuenta una crónica de David Brunat, enviado especial del Clarín argentino a las zonas del desastre-, toda esa gente no tendría ni la opción de intentar huir. Relata: El mundo entero todavía se sobrecogía al ver las imágenes del tsunami, y sin embargo las víctimas de su furia ni siquiera sabían lo que había pasado. Más supo el resto del mundo que vio las estrujantes imágenes del inenarrable desastre ocurrido el pasado viernes.
Además de Oarai han desaparecido pueblos enteros como Minamisenriku o Itsuchi en la prefectura de Iwate, entre otros. Ahora el peligro es la radiación que está despidiendo cada explosión de los reactores nucleares cuyo polvo radioactivo el viento lo puede llevar a cualquiera de los cuatro puntos cardinales. Aunque hay tranquilizantes versiones sobre lo que pudiera suceder en Fukushima, Japón y el resto del mundo están expectantes ante la posibilidad real de una catástrofe atómica.
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