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La decisión, imperturbable

PAULINO CÁRDENAS

La decisión presidencial es imperturbable. Felipe Calderón, en su calidad de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, volvió a decir la semana pasada en la ceremonia de abanderamiento del buque-escuela ‘Cuauhtémoc’ celebrada en Acapulco, que el Ejército seguirá en las calles hasta que no haya 32 policías estatales –y obviamente bajo el mando único de Gernaro García Luna, secretario de Seguridad Pública federal–, con la capacidad para sustituir la labor que realizan los mandos y efectivos militares en la lucha contra el narcotráfico y otras actividades del crimen organizado.

Esto podría durar medio siglo o más, en tanto el actual gobierno o los que sigan, no se decidan a castigar, en serio y a fondo, la corrupción que pravelece entre las mafias que con dinero todo lo resuelven, y si esto les falla, buscan convencer con las amenazas de muerte que suelen cumplir cabalmente, lo que da como resultado la impunidad.

Por lo pronto, lo que no se ha hecho, por razones inexplicables –o acaso explicables si se ve con la óptica que habría que ver ese tipo de incongruencias–, es eliminar lo que los criminales necesitan para operar: sus armas, sus cómplices, sus casas de seguridad, su clientela para la compra de drogas, y sus muchos bienes inmuebles que tienen dentro y fuera del país, así como aviones, barcos y hasta submarinos que adquieren con tanto dinero que acumulan con sus actividades delictivas.

Como dicen especialistas en la materia como Edgardo Buscaglia, mientras a los capos de la droga se les siga permitiendo lavar dinero a través de la banca y estén protegidos por los ‘señores del narco’ que se hallan incrustados en posiciones clave en las instancias de los tres niveles de gobierno y de la clase política y judicial del país, cualquier intento de avanzar en el combate al crimen organizado será de dientes para fuera o sea, un sueño imposible.

¿Qué sucedió en Colombia para acabar con esos contubernios entre las mafias y los mandos militares y funcionarios y personal policiaco gubernamentales, legisladores y jueces corruptos? Dieron con ellos a base de denuncias de la gente y una efectiva labor de inteligencia, cuyos informantes estuvieron respaldados por jueces no venales. Así fueron procesados, sentenciados y encarcelados muchos personajes coludidos con el narco y el crimen organizado, en un ejercicio de depuración y limpieza verdadero e inédito.

Se cuenta que Gustavo Díaz Ordaz siendo Presidente de México tuvo la oportunidad de dar a conocer públicamente los nombres de quiénes estaban, al más alto nivel político y judicial, coludidos con las mafias del narcotráfico y de las demás actividades delictivas del crimen organizado. ¿Por qué no lo hizo? Por obvias razones. Fue él quien inventó aquello de que México era el trampolín y Estados Unidos la alberca, como un modo de definir los tamaños de responsabilidades sobre el tráfico de enervantes.

El ex presidente norteamericano Richard Nixon le había propuesto al ex mandatario mexicano dos caminos: o se sumaba a la campaña contra los sembradíos de mariguana en territorio mexicano bajo el operativo “Intercepto’ ideado por Washington, o su gobierno daba a conocer la lista ‘negra’ de funcionarios y personajes de la clase  política y judicial mexicanos, que estaban coludidos con los capos del narcoráfico de entonces. Se dice qe Díaz Ordaz prefirió sumarse a esa campaña, que luego se lamó ‘Cooperation’, para evitar un escándalo que pusiera en evidencia a su gobierno a nivel nacional e internacional. Ambos operativos no tuvieron grandes resultados.

En ambos casos el poblano utilizó al Ejército para ese programas. Por cierto, durante el mandato de Nixon se creó la DEA.  Luego vino la ‘Operación Cóndor en el sexenio Luis Echeverría, que continuó José López Portillo, la cual duró un total de diez años, con resultados también muy pobres.

El presidente Calderón insiste en que el Ejército seguirá en las calles mientras no haya en cada estado una policía decente y preparada. En Méxio las autoridades se la pasan hablando de ‘controles de confianza’ y ‘operaciones limpieza’ que no han funcionado, y cuando algo se logra, sólo despiden a los policías, quienes se van corriendo al lado contrario; los militares desertan y hacen lo mismo.

El Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas prefirió desde hace más de cuatro años que el Ejército saliera de sus cuarteles a combatir en las calles a la delincuencia organizada y la esté haciendo de policía, lo cual no es su rol constitucional, con el desgaste y desprestigio que ello significa para esa respetada institución nacional. Eso es llevar las cosas a un callejón sin salida. Pero la decisión presidencial es imperturbable. ¿Hasta cuándo?

pcardenascruz@yahoo.com.mx