PAULINO CÁRDENAS
La repartición de besos del poeta Javier Sicilia al final de la reunión del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que sostuvo con legisladores de los pincipales partidos políticos el pasado jueves en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, escandalizó a muchos. Pero el querer mandar así un mensaje de amor y paz pudiera ser una nueva forma de hacer política con los políticos, acostumbrados como están a la hosquedad, al resquemor, la hipocrecía, a la palmadita fatua, a la vanidad propia y ajena, a la sonrisa fingida y a los abrazos de Acatempan.
Repartió ósculos en las mejillas de Manlio Fabio Beltrones, Josefina Vázquez Mota y Emilio Álvarez Icaza. Nadie mostró rechazo. Se soprendieron sí, pero se sintieron complacidos porque venido el beso de alguien que no es político, que su modo de ver la vida y la muerte es diametralmente opuesto al de ellos, y de quien quiso ser sacerdote, es distinto. También repartió cálidos abrazos a Carlos Navarrete y José González Morfín. Las gráficas de ese singular momento le han dado la vuelta al mundo.
Durante el prolongado diálogo, que duró más de seis horas, exigió a los representantes del Legislativo –como hizo con Felipe Calderón en ese mismo lugar hace unas semanas–, pedirle perdón a las víctimas de la narcoguerra, a sus familiares y a toda la nación a la “que no han defendido ni representado con dignidad” y a quienes acusó también de tener responsabilidad por la violencia que “golpea a millones de familias en el país”, que se ha traducido en algo así como 50 mil muertos, unos 10 mil desaparecidos y alrededor de 120 mil desplazados. Las víctimas volvieron a ser el reclamo de Sicilia.
Pero lo que más llamó la atención al final de esa reunión, fue la repartición de besos por parte del poeta. En las exigencias que ha venido haciendo hay similitudes como lo que viene predicando ‘el nuevo Andrés Manuel’ López Obrador, cuando habla de promover una nueva corriente de pensamiento. Señala que la transformación que necesita el país no sólo debe tener como propósito alcanzar el crecimiento económico, la democracia, el desarrollo y el bienestar. Hay que añadirle, dice, el amor al prójimo. Pero, ¿cómo expresar ese amor al prójimo? Sicilia hace la propuesta.
Le agrega valor a sus dichos con besos al prójimo. No importa que sean políticos. Lo hace porque tiene la ventaja de no ser político de carrera ni encarrerado. Eso le da libertad para mostrar que no sólo está a favor de las causas generosas, sino que invita a todos poniendo el ejemplo con el beso en la mejilla, sobre todo a quienes les pesa darse esa permisividad de encarar el rostro del mal. Es –acaso por el fuerte resabio de religiosidad que sigue pesando en él de cuando quiso ser sacerdorte–, un clamor al ‘no matarás’; al grito de dar amor al prójimo y no el odio, y pregonar la paz y no la guerra.
Los comandantes civiles de la guerra suelen ver con despreocupación a las víctimas ‘colaterales’; piensan que son vacuidades el ver con sentido humanista a los caídos, por lo que prefieren decir, ‘ni modo, alguien tiene que morir y pagar las consecuencias’ de esa inútili guerra. Inútil por sus frustrantes resultados. ¿A dónde esta llevando esa ‘estrategia’ bélica? Es lo que se viene preguntando de una y mil formas Javier Sicilia. Y se lo pregunta al Presidente, y se lo inquiere también a los legisladores de los tres pincipales partidos de la Cámara Alta y la Baja, y lo mismo hará cuando se reúna con los del poder Judicial. Es el clamor de sus muchos dolidos familiares, miles de ellos; clamor que él ha hecho suyo.
Les reprochó “la manera en que han traicionado al exigencia ciudadana de la reforma política y, con ello, porque la palabra es sagrada, crear una profunda desconfianza entre los ciudadanos”. Y les reclamó: “¿Por qué, frente a la emergencia nacional que vive el país, no han construido una agenda nacional que se ponga al servicio de México y evite que las próximas elecciones sean, lo que ya se anuncia ser, las de la ignominia?”.
Le critican eso, y también que parece aspirar a ser candidato independiente para el 2012. Ojalá dicen muchos. Más valdría que los mexicanos probaran con un no-maleado bien intencionado, que continuar con los vagos del quehacer político de siempre, profesionales saltinbanquis que al final de la película no ven más que por sus propios intereses. Como sea, Sicilia rubricó con besos la reunión, lo que escandalizó a muchos. ¿Es una nueva forma de hacer política? Tal vez. El tiempo lo dirá.
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